Nada más rico que unas dobladitas calentitas recién salidas del horno. Doraditas, crujientes y con un interior suave y mantequilloso. Son ese clásico de la panadería chilena que nunca falla, ideales para con lo que más te guste, o hasta para comerlas solas ¡porque son realmente irresistibles!
Lo mejor es que se hacen con ingredientes súper simples y en muy poco tiempo, no necesitan reposo, así que no hay posibilidades de fallar. ¡Anímate a prepararlas y disfruta del mejor pan que hay!